Paco Vega
Universidad Complutense de
Madrid
(1997):
“Problemas
dialectológicos y sociolingüísticos del
dialecto leonés en Sanabria
(Zamora). La mortandad lingüística”,
en Interlingüística 8. Jaén: Universidad de Jaén. 361-367. (ISSN 1134-8941). |
1. Introducción
Un año después
de la publicación del dialecto leonés
de Menéndez Pidal, en 1907, Agustín Blánquez Fraile en un breve artículo a modo
de relato de viaje es el primero en fijar los límites y dar cuenta de la
vitalidad del dialecto leonés occidental en los partidos de Alcañices, Puebla
de Sanabria y la Bañeza en un viaje que realizó desde Madrid en el mes de
septiembre del mismo año. En este breve pero sugestivo artículo con datos
tomados de la observación directa, el autor esbozó las causas principales de la
sustitución lingüística en aquellas áreas donde anteriormente se había hablado
un código diferente al castellano y que de modo progresivo estaban amenazando
su supervivencia en el resto del dominio con mayor vitalidad dialectal. Aunque
los hechos socioculturales no formaban parte de los estudios realizados con los
viejos modelos de la lingüística, sin embargo, en la mayoría de los trabajos
publicados aparecen constantes y repetidas alusiones a este tipo de hechos
cuando los investigadores intentan describir el grado de intensidad o
decadencia de los dialectos en los distintos pueblos visitados. Han tenido que
pasar más de cincuenta años para que los aspectos sociales no fuesen ajenos a
la lingüística moderna con la aparición de la Sociolingüística que rompió
rotundamente con los moldes de la Dialectología Tradicional ampliando los
horizontes de los enfoques variacionistas de la lengua. La dialectología
leonesa tuvo que esperar hasta el año 1980 con la aparición de la Sociolingüística Rural de Julio Borrego Nieto, tesis doctoral monográfica convertida
en un trabajo clásico de la sociolingüística española que por primera vez se
construye con las nuevas herramientas de la sociolingüística urbana pero
aplicadas al espacio rural. Después de la publicación de este trabajo que
aspiraba a servir de modelo metodológico a posteriores tesis doctorales
dedicadas al leonés con el enfoque de la sociolingüística rural iniciada por Borrego Nieto era de esperar que desempeñaría un
papel semejante al que en otras etapas importantes de la dialectología española
desempeñaron, por ejemplo, los trabajos de M. Alvar, A. Llorente, G. Salvador y
D. Catalán en los años cincuenta. Los resultados, por el contrario, han sido de
una palpable decadencia de la dialectología leonesa sin tener voz ni voto en el
ámbito de los estudios sincrónicos.
Desde que se ha
venido anunciando la muerte del leonés ha habido una reacción generalizada que
se traduce en un mínimo interés por las posibilidades de su estudio actual sin
que todavía se haya llegado a realizar una investigación seria y profunda que
explique los hechos lingüísticos pero teniendo en cuenta también los procesos
en los que se han producido. Esta situación ha dado lugar a un gran vacío
bibliográfico relacionado con diversos aspectos teóricos y metodológicos que
precisamente se derivan del propio proceso de sustitución en el marco de la
coexistencia de diferentes normas y podían haber tenido un futuro más
prometedor con la aplicación del método sociolingüístico. Si para el estudio de
los dialectos en la primera mitad de siglo los planteamientos del modelo de la
Dialectología Tradicional y Geografía Lingüística sirvieron para comprobar la
diversidad geográfica de las lenguas según el método historicista-comparativo
limitándose a la búsqueda de respuestas basadas en cuestionarios rígidos a
informantes únicos del tipo: en este
pueblo se dice así, en ese otro se dice de tal forma, en estos momentos es
la Sociolingüística la que se tiene que ocupar de la diferenciación de la
lengua con un método más dinámico que incorpore la dimensión social a el
estudio de la variación para conseguir respuestas basadas en técnicas
sociológicas del tipo: quién lo dice, por
qué y en qué condiciones. En este sentido son muy pocas las posibilidades
de la Dialectología Tradicional aplicada a las variedades regionales, por la
grave situación en que se encuentran las hablas leonesas replegadas en las
áreas menos desarrolladas y más aisladas social y geográficamente. Las
posibilidades que ofrece hoy la dialectología leonesa, hay que centrarlas en el
estudio de la variación dentro del marco concreto de la coexistencia de
lenguas, es decir, en la relación que existe entre lenguas mayores y lenguas
menores para verificar, entre una serie de consecuencias lingüísticas,
determinados fenómenos poco estudiados derivados de esta situación que están
relacionados con la decadencia y mortandad lingüísticas y para los que todavía
está pendiente hacer una teoría en el dominio hispánico, y en la misma línea,
estudiar el proceso de acomodación del castellano en toda la zona representativa
del dialecto leonés.
2.
Las hablas leonesas: una contribución al estudio de la decadencia lingüística en el dominio hispánico
Es el objeto de
este capítulo dar cuenta del estado de las hablas leonesas en la región
noroccidental de la provincia de Zamora, Sanabria, un área dialectal conocida
por poseer una serie de peculiaridades producidas por su situación de cuña
geográfica y fronteriza, a caballo entre una lengua internacional, el portugués
y una lengua nacional, el gallego y en medio una serie de hablas que aisladas
por pronunciadas sierras en la mayor parte de su territorio formaron una serie
de variedades fronterizas propias de un área
de transición entre sistemas lingüísticos diferentes pero dentro de un
mismo continuum. Esta característica
en particular hizo de este lugar un espacio merecedor de estudios monográficos
en la época de esplendor de la Geografía Lingüística y la Dialectología
Tradicional. Fritz Krüger dejó muy claro que la estructura dialectológica de
Sanabria era un área de excepción frente al resto de las variedades del dominio
del antiguo leonés. Desde un punto de vista sincrónico, la dialectología
leonesa vuelve hoy a recobrar el interés para completar el ciclo de estudios
que tienen por objeto el noroccidente zamorano, con unos planteamientos nuevos
que permitan descubrir, entre los puntos candentes en la evolución de una
determinada lengua o variedad de lengua, aquéllos que hacen referencia a sus
últimos momentos. En este sentido, las posibilidades de hacer un estudio
lingüístico en el área de Sanabria a finales de siglo son muy amplias, aunque
parezca de alguna manera incomprensible por el grado de influencia y presión
ejercida por las ciudades sobre el entorno rural en las últimas décadas
transformando progresivamente la mentalidad y los hábitos de sus pobladores en
su más amplio sentido. Sin embargo, a diferencia de la mayor parte de los
territorios donde se hablaba leonés hoy sólo se encuentran algunos restos
dialectales, un observador minucioso puede darse cuenta de que en Sanabria, en
aquellas poblaciones situadas en los extremos del dominio al norte y sur, el
dialecto mantiene una cierta coherencia de código distinto, si bien es cierto
esto no sucede con todos los hablantes y sólo en determinados contextos
sociolingüísticos.
La primera
pregunta que sobreviene en una situación como ésta, es por qué y cómo quedan
lugares donde todavía no se ha abandonado por completo el uso de este código,
es decir, comunidades donde un grupo de hablantes se resiste a la total
absorción por el castellano y mantiene en funcionamiento una gramática dialectal en el seno de la
comunidad después de varias décadas anunciándose la muerte de estas hablas. La
creencia general es que la presión que ejerce una lengua fuerte sobre otra
socialmente más débil es tan intensa que, a la larga, puede provocar la
desaparición de la débil como ha sucedido con numerosas lenguas en el mundo,
como sin duda alguna ha sucedido también con el leonés, entendiendo en este caso concreto el concepto de lengua
aplicado al leonés como algún tipo de sistema lingüístico de comunicación
particular disponible por una comunidad en un contexto social y geográfico
determinado y que es diferente a otro u otros del mismo origen que se
diferencian por estar caracterizados como sistemas lingüísticos con un alto
grado de nivelación. Dentro del panorama de los estudios sociolingüísticos que
centran su investigación en las consecuencias de la coexistencia de lenguas en
un mismo territorio se han venido haciendo según la categoría de lengua que representan
las variedades en conflicto. En la mayoría de las ocasiones se trata de
comunidades estables bilingües o multilingües en las que conviven lenguas
fuertemente diferenciadas social y lingüísticamente. En el caso de la Península
Ibérica el número de lenguas reconocidas como habladas depende del número de
variedades estándares, autónomas, que lograron sobresalir del continuum dialectal geográfico heredero
del latín. La falta de integración de las diferentes hablas leonesas que
presentaban una serie de rasgos comunes impidió su equiparación con el resto de
las lenguas peninsulares: el castellano, el catalán, el gallego y el portugués.
La expansión del castellano, la lengua dominante, impidió ese proceso de
integración disgregando lentamente este sistema lingüístico polilectal hasta su desaparición en la
mayor parte de su extensión.
3.
La decadencia y mortandad lingüísticas
El proceso poco
conocido de la extinción de una lengua, según Dressler, tiene lugar como
resultado de la sustitución de una lengua minoritaria regresiva por una
mayoritaria dominante en comunidades lingüísticas inestables bilingües o
multilingües. El cambio de lengua prototípico implica una transición gradual
desde un blilingüismo inestable al monolingüismo, es decir, la pérdida o “muerte”
de la lengua en receso (Dressler, 1988: 223). Además, señala otros caminos de
distinta naturaleza que conducen a la desaparición de una lengua y que no
suelen calificarse estrictamente de “muerte lingüística". Uno de ellos es
el que tiene lugar cuando una lengua desaparece porque lo hace también su
comunidad de habla. Pero el que más interesa tener en cuenta para el ámbito
hispánico es el que tiene como resultado la transformación de una lengua en
otra derivada, como el latín, por
ejemplo, que hizo nacer las lenguas románicas. Con el fin de seguir aportando
datos para la elaboración de una teoría explicativa de estos cambios
irreversibles no es desdeñable retomar como centro de estudio la suerte del leonés y el aragonés como representativos de un fenómeno parecido por el que
una determinada variedad de lengua derivada
evoluciona hasta convertirse o transformarse en otra próxima de mayor dominio
de la que acaba haciéndose dependiente.
La
diversificación del latín en las diferentes lenguas y variedades que componen
el mapa lingüístico actual responde al caso en el que una lengua se impone
sobre otra u otras y de ese contacto surge una diversificación posterior sin
que la “lengua muerta” (el latín)
sufra necesariamente una mortandad lingüística. Sin tener en cuenta el vasco, lengua no latina con un origen
mítico muy diferente al resto de las lenguas circunvecinas, la herencia del
latín ha tenido como consecuencia la formación de un país plurilingüe con un
alto grado de desarrollo lingüístico en el que están reconocidas variedades
suyas además del castellano, la lengua oficial en todo el Estado, dos lenguas
cooficiales del mismo origen, el catalán
y el gallego, y además en el Estatuto
de Cataluña se reconoce el aranés,
dialecto occitano que es una variedad del gascón hablado en el Valle de Arán y la estandarización del valenciano, una de las variedades internas del catalán en el área
occidental. En medio de todas estas variedades autónomas y estandarizadas por
llegar a constituirse como “sistemas lingüísticos caracterizados por su fuerte
diferenciación, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehículo de una
importante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse impuesto a sistemas
lingüísticos del mismo origen” (M. Alvar
1961: 55), el leonés y el aragonés, por razones
“extralingüísticas”, no lograron sobresalir del continuum dialectal geográfico originario del latín quedando
reducidos a “sistemas de signos desgajados de una lengua común desaparecida,
con una concreta limitación geográfica y sin una fuerte diferenciación frente a
otros de origen común” (M. Alvar 1961: 55).
En la mayoría
de las ocasiones en este tipo de diferencias se encuentran las causas que
determinan en sociedades plurilingües el mantenimiento y fijación de
determinadas variedades frente a otras que, por el contrario, a falta de
reacciones puristas en contra de la interferencia masiva de una lengua
dominante se ven conducidas a un progresivo estado de decadencia y posterior
muerte lingüísticas en ocasiones irreversibles. Los denominados dialectos históricos del latín, el leonés y el aragonés, después de un largo proceso histórico de decadencia, como
es sabido, han ido transformando término a término aquellos rasgos
diferenciales hasta llegar a coincidir con las soluciones del castellano y los
restos dialectales pasar a formar un sustrato de la variedad resultante ya
castellanizada. Sólo en el Estatuto de Aragón se hace referencia a las
“peculiaridades lingüísticas” de Aragón, lo que se refiere a los vestigios de
la antigua lengua aragonesa y al catalán que se habla en una franja fronteriza
con Cataluña y en el Estatuto de Asturias se recomienda la protección del
bable, aunque no se le da un carácter cooficial. Es cierto que el año 1994 la
Universidad de Oviedo incorporó en los planes de estudio la especialidad de
Filología en bable con la creación de un título propio no oficial, pero la
existencia de especialistas en Filología asturiana es muy importante en
relación al mantenimiento lingüístico; si posteriormente se extiende a todo el
ámbito educativo y organismos oficiales puede tener como resultado el proceso
de inicio de una lengua autónoma en fase de elaboración (ausbau) cuya finalidad normalmente es la fijación de una variedad
estándar dentro de la Comunidad. De este modo puede producirse el fenómeno
opuesto a la decadencia lingüística si por el contrario llega a aceptarse
socialmente por una ‘mayoría’ dando lugar al surgimiento de una nueva comunidad
de habla. El bable de momento está
lejos de ser una realidad social compartida por todos sus hablantes, en primer
lugar por la dificultad de desarrollar un modelo único debido a la dispersión
de las llamadas hablas asturianas, y
lo que es más importante, por la imposibilidad de frenar la presión ejercida
por el castellano que ha impedido su unificación, pero la existencia de
reacciones que intentan preservar el cultivo oral y desarrollar un modelo
escrito como la iniciativa surgida en la Universidad de Oviedo, aunque sea en
un ámbito muy restringido, favorece, por un lado, la conservación y
mantenimiento de esta variedad, y por otro, la posibilidad de formarse un
núcleo capaz de absorber al resto de las variedades y servir como modelo para
un desarrollo lingüístico posterior a mayor escala.
4.
Aspectos sociolingüísticos de la decadencia de las hablas leonesas
En situación
más precaria se encuentran las hablas
leonesas que desgajadas de las asturianas
con las que forma un continuum
dialectal perviven refugiadas en aquellas zonas tradicionalmente más aisladas y
deprimidas en la parte más occidental de León y el noroeste de Zamora. En el
resto del territorio lo que predomina son restos dialectales dependiendo en
cada sitio del grado de nivelación o igualación con respecto al castellano. El
primer problema desde el punto de vista de su extensión es que a diferencia de
otras comunidades lingüísticas autónomas y homogéneas, como la catalana, vasca
y gallega, la castellano-leonesa se corresponde con una comunidad en la que
confluyen dos bases lingüísticas de distinta importancia o categoría: por un
lado la norma castellana estándar con sus diferentes modalidades, la lengua
dominante y mayoritaria en la que se cumplen las funciones sociales superiores,
y por otro, los restos de estas antiguas hablas sobre las que se ha impuesto el
castellano en la parte más occidental del antiguo reino de León, la lengua
débil y minoritaria replegada en un ámbito muy reducido como lengua de diálogo
de determinados hablantes en la que se cumplen las funciones sociales
inferiores propias de la vida íntima o privada.
El cambio
lingüístico producido en la antigua comunidad de habla leonesa ha sido el
resultado de un lento proceso de desdialectalización por el cual un sistema
polilectal que englobó a las diferentes hablas decae y evoluciona sus rasgos
distintivos hasta hacerlos coincidir con los rasgos propios de la variedad
próxima dominante. El cambio que implica el paso de la variedad dialectal
leonesa a una modalidad de la variedad castellana, en términos de distancia
entre los códigos implicados, es en cierto modo transicional porque la frontera
que separa una variedad de otra no es tan fuerte como para ser consideradas
cosas muy distintas. Una situación diferente tiene lugar, por ejemplo, en el
caso del mantenimiento del gallego en la zona fronteriza de Zamora, León y
Asturias con Galicia reconocido por todos sus hablantes como símbolo de
identidad social y que responde a la coexistencia de lenguas próximas pero
diferenciadas en la que el proceso de sustitución hay que entendenrlo como una
redistribución de variedades lingüísticas en determinados ámbitos. El leonés, por el contrario, ha carecido
del prestigio necesario para ser mantenido como signo de identidad social por
una razón importante que parte de una idea general de la gente que lo hablaba
creía que lo hacía en castellano incorrecto y no en un verdadero dialecto
diferente del castellano. En este sentido, el proceso de sustitución
característico de un área de transición entre variedades poco diferenciadas hay
que entenderlo no como una redistribución de las variedades en contacto en
determinados contextos sino como una superposición de una variedad dominante
sobre otra socialmente más débil que tiene como resultado los más diversos
grados de igualación con respecto a la norma impuesta. La igualación con la
lengua mayoritaria a pesar de ser un proceso que aparentemente puede resultar
bastante rápido en la medida que la situación social está cambiando y en la que
“es preciso presentarse como miembro de la mayoría nacional -en la lengua
mayoritaria- para adquirir una posición (empleos, puestos de responsabilidad,
posibilidades educativas) ” (Dressler,
W. y R. Wodak-Leodolter 1977: 35),
sin embargo, esta presión ejercida por la lengua fuerte, que normalmente acaba
provocando la desaparición de la débil, es más lento de lo que a primera vista
puede parecer puesto que todavía hay hablantes de determinadas comunidades
rurales que han decidido mantener su estatus propio del modelo tradicional de
vida en este medio que también han conservado la variedad vernácula como vehículo
de comunicación interno ajenos al desarrollo de los modelos y hábitos urbanos
importados del exterior.
5.
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